Hola a todos, viendo la espectación que ha creado la anterior entrada (he tenido más visitas en una semana que en un par de meses) merece seguir con algo de reflexión, pero en esta ocasión, la reflexión viene ejemplificada con una captura como protagonista.
El porqué lo entenderéis cuando acabéis de leer el relato de la captura. Se trata de un palometón, Lichia amia, capturado el día 23 de octubre del reciente 2012, y es el ejemplar de esta especie más "gordo" que he capturado desde costa. Gordo, que no largo, "sólo" medía 90 cms; para que os hagáis una idea, era de esas palometas anchas, compactas, con aire de garrick sudafricano, de lomo muy grueso, un pez que verdaderamente estaba de buen ver. Normal, pues fué en un spot local de las Pitiusas donde cada tarde las barcas pescaban calamares a 200 metros de mi. El spot, ya que lo menciono, era una punta rocosa, con una plataforma a mis pies a unos 5 metros de fondo que caía hasta los 15 a tan solo unos metros del acantilado. Un escalón brusco.
Palometón, Lichia amia, capturado a light spinning con una 7-21, un 2500 y línea de 8 lb con bajo del 0'25. |
Palometones Houdinis
Era la tercera tarde seguida que iba allí. Me puse el trípode con la reflex grabando en full hd, pero la acabé apagando por reservar batería para posibles fotos. Imaginad cómo fué la cosa las dos tardes anteriores para que ya pusiera a grabar de entrada nada más llegar. La primera tarde clavé un palometón al segundo lance, justo donde había la caída de los 5 a 15 metros de fondo, salió de abajo y le entró franco a un Bonnie 128. Tras la carrera de rigor se desclavó. Apenas unos segundos con un pez que rondaría los 6 kilos.
La segunda tarde, más de lo mismo, pero esta vez tras unos 10 lances, y con el típico Surface rosa, atisbé un remolinaco a dos metros de donde aterriza el pencil. La mar estaba picada, pero aquel espejismo de rebufada me hizo acelerar la recogida instintivamente. Estaba medio nublado y los reflejos raros del sol no me dejaban ver ni con las polarizadas, pero yo recogía y movía la muñeca casi seguro de que me estaba siguiendo un pez, que no veía. A medio camino, volví a ver un remolino, pero esta vez, ya más cerca de mi, supe al cien por cien que se trataba de mi amiga doña Lichia y proseguí con la danza del pencil en su huída hacia la orilla. El pez repitió dos veces y al fin se clavó a unos diez metros de mi, seguramente porqué vió el escalón y decidió a atacar antes de darse de morros con la pared del acantilado. Antes de iniciar la carrera intentó soltarse varias veces haciendo croquetas y dando cabezazos varios en la superficie. Era un troncho, como todos los que se nos escapan a los pescadores, en serio. La primera carrera fué jodida, porqué tiró hacia mi izquierda y allí el acantilado se hacía alto y no me permitía el acceso hasta la línea de mar. Además, una punta rocosa con forma de flecha se introducía hacia el mar y para allí que se fué la palomina. La paré, le giré la cara y vino cansada hasta mis pies tras un par de carreras más cortas, pero cuando empecé a descender como pude, para agarrarla de la cola, va y se suelta. Se me quedó grabada la imagen del Surface pegado en un lateral de su cabeza, más que nada porqué se veía muy pequeño, como un Dog-x clavado en un anjovote, imaginad al pez, a ojo no le bajé de los 12 kilos. Esas dos tardes llevaba el Stella 5000 con 20 lbs y la 20-60, y sin ese equipo dudo que hubiera frenado la del segundo día. ¿Habéis intentado poner la mano en la rueda de una bici mientras gira? Quema, como un Stella y un buen pez al otro lado de la línea.
La gorda, con el fino
Bien, ya os he puesto en situación, vuelvo al inicio, era la tercera tarde, y tras los dos encontronazos fallidos anteriores, queda claro que me pusiera a grabar. Pero como dije antes, apagué la cámara pues los lances se sucedían y no se levantaba nada. Lances en abanico, probando primero el Bonnie y el Surface, dando paso luego al Pulsion y el Bounder, recogiéndolos a diferentes velocidades y con diferentes cadencias de tirones, alternando incluso paradas. Probando lo probado y por probar. Parecía que ese día no estaban, pero algo no cuadraba porqué, como los dos otros días, las barcas locales iban llegando y no paraban de pescar calamares. En éstas, una de esas barcas para tan cerca mío que si me hubiera puesto a lanzar les hubiese sobrepasado con el lance. Suerte que me mosqueé, y tras decirles un par de cosas, paré un momento a dar un bocado de sandwich que llevaba en la mochila. Bendito descanso. Gracias señores maleducados, y ansias, de la menorquina. En ese break, pude observar el mar con detenimiento, al librarme de la concentración que exige la acción de pesca, y tuve la gran suerte de divisar un llampugote de final de temporada(de esos que ya son jorobados) pegando cuatro brincos tras una aguja cerca de la barca, que gracias al viento estaba derivando hacia mar abierto y se alejaba, permitiéndome de nuevo volver a lanzar. Los astros empezaban a alinearse en mi favor.
Inmediatamente lancé la mirada hacia la 7-21 que ya tenía preparada con un Jurela's Banana de 14 grs que me había dejado mi amigo Jose para el viaje a las islas. Ese Jurela's tenía historia(RIP), ya que era de los primeros que hizo Juan y que regaló en su día a Jose recomendándoselo especialmente para palometones, y de hecho, en otro spot había perdido otra Lichia con ese mismo Banana y Jose había sacado muchos palometones con él en Barcelona. Yo tenía toda esa info ahí, en mi sesera, pero no sé dónde narices se metió ya que en ese momento, en mi cabeza solo había la palabra llampugote. El desencanto palometonil tras media hora sin señales, me hizo olvidar por completo la historia de aquel bucktail y sus capturas precedentes, y ya me véis en la punta intentando llegar dónde vi saltar al dorado. Lo peor es que mi amnesia temporal también me hizo olvidar que me encontraba en un hot spot palometonero.
Three shoots, one big fish
Con este título, ya sabéis como empieza el párrafo. En ese tercer lance, tres siluetas negras, mucho más grandes que la lampuga, vienen tras el bucktail haciendo el característico zig-zag de los carángidos en persecución. Esos lomos oscuros, por unos instantes me hicieron dudar...¡serviolas guapas, por fín doy con ellas!-pensé iluso durante unos instantes. Pero ya tenía los peces a pie de roca, y al ver el costado de uno de ellos me di cuenta que eran palometones. Tuve muy poco tiempo de reacción, ya que desde el jig a la puntera sólo había el sedal justo como para dar un último jerk sin recoger, por lo tanto sólo me quedaba una última oportunidad, un último jerk para intentar clavar uno de los tres palometones a pez visto. Parece hasta fácil. Así lo hice y sucedió lo esperado. Dí el tirón, bajé la caña para que no hubiera tensión, permitiendo que el jig se hundiera sin perder su acción, y en esa caída libre, uno de los peces lo embocó. Al instante alcé la caña para afirmar la clavada, pues el animal ya estaba dando cabezazos para desclavarse el Jurela's cuando la línea aún estaba destensada. Cuando notó la tensión, se largó como un rayo hacia afuera buscando fondo, quizás para intentar cortar con el escalón, pero desde mi altura y caña en alto, evité el ángulo de la muerte.
¿No he comentado que la 7-21 estaba montada con un 2500, trenza de 8 lbs y un bajo del 0'25 ? Pues eso, prometí pesca ligera y aquí la tenéis. Ya me véis pasando los primeros apuros para frenar al Pez. El caso es que paró, tras unos 20 metros sacando hilo en perpendicular a la costa, hacia mar adentro. Llegué a pensar que se habría cansado y que lo iría acercando con un bombeo pausado, pero el equipo no era el de los días anteriores. La Lichia dijo "aquí estoy yo" y tras una pausa, en la que aprovechó para dar unos cabezazos en la hondura, el Rarenium empezó a chillar como nunca antes. La bobina no estaba llena, más bien se acercaba a la mitad de su capacidad. Aún tenía reserva de hilo tras varios enroques y pelucas que me costaron bastantes metros. Pensaréis que soy un despreocupado, pero llevaba días destinando ese carrete para pescar espetones y llampugas, y con esa reserva tenía de sobras. Un palometón entrado en carnes desde costa ya es otro asunto. La bobina no mostraba síntomas de decelerar, y la trayectoria había cambiado preocupantemente. Ya sabéis hacia dónde. La punta de flecha de la izquierda me parecía más grande y más afilada, y es que el pez iba hacia allí bien decidido. Flechado.
Durante unos segundos me quedé helado, con cara de Carlos II, moviendo la cabeza arriba y abajo como si asintiera, viendo el trazado del sedal hacia la punta y viendo la bobina cada vez más vacía...la punta, la bobina, la punta-el bajo-el pez, la bobina...¡coño! que se ve el eje central, y el pez estará a punto de doblar la esquina de la punta!...¡mi padre! Sí, mi padre. Os dije que era el día 23 de octubre, eso sí lo dije, y ese día es el aniversario de mi padre. Me acordé de él en esos instantes, más que nada porqué esa captura quería dedicársela y porqué él también estuvo a mi lado en una situación casi idéntica pero con un atún de prota. Un atún que no olvidaremos ninguno de los dos. El caso es que me acordé de aquel combate con aquel atún, y de lo que tuve que hacer para no llegar al no-line, y así actué. Tuve que frenar la bobina con dos dedos progresivamente hasta pararla del todo y aguantarla con la mano, viéndome obligado por la fuerza del propio pez a dirigir la caña hacia él, dejando toda la responsabilidad a la mini grapa, el palomar, el peixet y la resistencia de la línea. La jugada volvió a salir bien, y con apenas tres o cuatro vueltas de trenzado alrededor del eje central, le giré la cabeza a la Lichia.
Pez versus ego
Conseguí pararlo in extremis, lejos de mí, al borde de la flecha cortante y sin reserva de hilo. Evité de nuevo el temido no-line. Por suerte para mí, aquella carrera forzando el equipo al máximo cansó al palometón. Lo fuí acercando cuidadosamente, consciente que el bajo estaría rozado y que según el fabricante tenía una resistencia de 6 kilos, lo que me dejaba muy poco margen de error. El pez apenas dió dos o tres carreras cortas, entre cabezazos y sacudidas, pero ya estaba vencido. Bajé hasta una pequeña repisa, una plataforma que se introducía en el agua hasta medio metro. El agua me cubría hasta las rodillas, lo que me permitió asistir por la cola al pez después de algunas complicaciones para encararlo hacia esa plataforma. Poco tackle para tanto peso, aún estando amortiguado por el medio líquido. Cuando alcé el pez del agua me dí verdaderamente cuenta de su peso y sus dimensiones, miré al cielo pensando en mi padre y mis difuntos y lancé un grito de liberación. Me había liberado de aquella carga de adrenalina y tensión que se sucedió en pocos minutos. Y sentía mucha felicidad. A unos 200 metros, los de la barca lo habían presenciado todo y se apresuraban para calar de nuevo en la misma punta. Ya adelanto que no sacaron nada.
Al mismo tiempo, el tono verdoso del palometón se había desaturado, y su homogeneidad cromática se empezaba a ver interrumpida por parches cromados. Mala señal. El pez estaba cansado, tenía que ser devuelto rápidamente. Pero por otra parte, dada su formidable constitución y el tackle que lo había arrancado de su medio marino, mi ego me decía: hazle foto. Antes de nada, lo sumergí de nuevo para que se recuperara un poco, caña en boca y con el jig aún clavado, ya que los alicates estaban dos metros más arriba, donde tenía mis cosas. Tras un minuto así, el pez recuperó parte de su vigorosidad y su librea retornaba al tono natural. Entonces, el que esta vez fué flechado como un rayo fuí yo. No quería que mi ego pudiese al pez. Qué gran dilema. Son situaciones que no te planteas de veras hasta que no las vives en primera persona. Trepé como pude hasta mis cosas, y sin sacarle el trípode a la cámara hice una foto del pez junto el equipo. Puse de nuevo de pie el trípode, preparé el disparador automático con su respectivo retardador, y sólo me dió para sacar dos fotos más. Malditas autofotos. Con la Lichia en mi brazo izquierdo como si fuera un bebé, me acerqué hasta el screen y pude comprobar que a excepción de la foto tomada en el suelo, las otras dos eran una chusta monumental en cuanto encuadre y enfoque. La mejor encuadrada estaba totalmente desenfocada y sesgaba la cola, y la otra parecía bien enfocada pero el pez y el cenutrio del pescador salían aún más cortados.
Fué en ese preciso instante cuando la batalla del ego versus el pez se decidiría. Miré la palomina con ternura, tal vez la forma que la tenía cogida invitaba a ello, pero también con admiración. Me quedé pasmado y admirado ante ese pez tan potente y sano, tan bien formado, que me había hecho pasar uno de los mejores combates de mi vida, tal vez el mejor desde costa. Su color volvía a mostrarse más apagado y sus sacudidas habían perdido fuerza. El ego me repetía:"hazle otra, el pez lo merece". Pero el pez merecía otra cosa. Tenía que ser devuelto yá. Ese pez merecía seguir viviendo, seguir creciendo. Seguir siendo un ejemplar privilegiado de su especie, un gran depredador, perseguidor infame de lisas y calamares. El pez ganó la batalla. Pudo al ego en el instante preciso y decisivo. Pudo conmigo. Un solo minuto más, y dudo si ese pez se hubiera ido de la forma que se fué. Lo desanzuelé y dí un brinco hasta la plataforma que había a mis pies. Me metí hasta las rodillas tal como había hecho para asisitirlo y lo reanimé. No costó, tras un par de minutos de buena oxigenación, la Lichia retomó energías y me pedía con la cola que la soltase. Ya estaba lista. Abrí la mano y desapareció con la misma velocidad que me había vaciado el Rarenium.
Esta es una captura de tantas. Para mi, especial por la dedicatoria intrínseca a mi padre y por eso de los récords personales y la finura del tackle, pero cada año se dan capturas como esta. Capturas de peces que llegan exhaustos y requieren estar el menor tiempo posible fuera del agua, y que además requieren una reanimación tal vez más larga que el propio combate en sí. Algunos de esos peces, por si no fuera poco, también sufren combates demasiado largos y son retratados hasta la saciedad del ¿pescador?, o mejor dicho, del avaricioso ego. Ya ni hablemos de peces que no tendrían ni que ser fotografiados, pero eso merece otra entrada.
Como habéis visto, con un equipo muy ligero se pueden sacar buenos peces y devolverlos. Pero está en nuestras manos acortar el combate al máximo y no demorar en devolver el pez, en especial si nos damos cuenta que está hecho polvo. Por eso no creo en combates largos y épicos, y tampoco creo que unas fotos egoístas tengan más importancia que un pez. Hace años que pesco y fotografío, y de errores uno aprende. Yo también he pecado y me he equivocado, como todos. Que salga el primer inocente de culpa y me diga lo contrario en este blog. No le creeré. Sólo se me ha muerto un pez por el combate largo, pero también he sido egoísta y por hacer unas fotos de más a un pez, éste se ha ido nadando de lado. Lo triste es que haya mucha gente que siga dando más importancia a las fotos del pez y prefieran devolver una anjova u otro pez tieso, sólo por eso de la suelta. Por la fachada, por aparentar. Pero, ¿qué sentido tiene devolver al agua un pez que has matado haciéndote fotos?
Yo tomé una decisión, y esa decisión sigue firme. Nunca más mi ego estará por encima de un pez, hace años que lo decidí y mi alma está muy tranquila, más que nunca. La vida de un ser vivo está por encima de unas fotos de mierda. Desde que tomé esa decisión, si me preguntáis por todos los peces que he devuelto desde entonces, pondría la mano en el fuego si os aseguro que se fueron nadando en las mejores condiciones posibles, y que la mayoría de los cuales ni siquiera los fotografié...Si has llegado a este punto del relato, es por algo. Un tostón así no lo lee cualquiera. Espero que mi vivencia sirva de ejemplo. Alguno habrá obviado el texto, y estará buscando el peso del pez en algún sitio. Claro, la apariencia es lo que cuenta. El vacile. Señor killer, por si le da por la lectura: lo lleva usted un poco mal porqué ni lo pesé, y lo medí a palmos. Tenía que ser rápido. Es una pena que las fotos que le hice al animal no muestren con claridad sus proporciones, pero ese pez valía mucho más que eso. Su importancia en la cadena trófica es vital en el ecosistema Mediterráneo.
Con esto, solo me queda despedirme hasta la próxima entrada. Espero que os haya gustado este relato. Si fui capaz de pescar este precioso ejemplar de palometón y devolverlo al agua en menos de la mitad de tiempo que habéis tardado en leer esta entrada, no entiendo porqué la gente no puede hacer lo mismo. Querer es poder, eso está claro. Pescar ligero no es una excusa, es una pasión.
Con esto, solo me queda despedirme hasta la próxima entrada. Espero que os haya gustado este relato. Si fui capaz de pescar este precioso ejemplar de palometón y devolverlo al agua en menos de la mitad de tiempo que habéis tardado en leer esta entrada, no entiendo porqué la gente no puede hacer lo mismo. Querer es poder, eso está claro. Pescar ligero no es una excusa, es una pasión.
6 comentarios:
Sra entrada te has pegado, Sr. Cristian.
Respeto y comparto gran parte de lo que expones, muchas veces el ego nos puede, algunos se curan...
Sabes que este tipo de pesca no es lo mio y que a los surfcasters, nos pueden resultar algo más difícil según que prácticas, pero querer es poder.
Por cierto, excelente dedicatoria, seguro que había alguien más intentando girarle el morro a la palometa.
Saludos
Alex
Hola Alex, muchas gracias por el comentario, me alegro que te guste esta entrada.
Quiero aclarar, como tu mismo dices, que mi modalidad es el spinning, y siempre me refiero al spinning. Pero eso no significa que excluya a otros colectivos de pesca deportiva que pratican otras modalidades, la concienciación tiene que ser en todos los ámbitos.
He pescado a surf, y muchos peces ya vienen con el anzuelo alojado en su interior y resulta poco viable el captura y suelta. Por eso valoro pescadores de surf como tú, fuera peloteos, que buscan buenas piezas y experimentan. Pero los surfcasters que usan montajes "para todo" ya es otra historia. Me consta que como tú,muchos soltáis los peces que capturáis con otras modalidades, y eso, ya es mucho Alex ;)
De la captura del relato...seguro que hubieron fuerzas divinas que ayudaron, nunca se sabrá...
Saludos!
Tienes razón compañero. En esta salida me paso algo similar, una pequeña lubina que se quedó atrapada en mi salabre y que rápidamente me hice una autofoto y la solté porque ya veía que no estaba al 100%
Con un poco de suerte salió ella. Mi cabeza aparecía cortada..así que se hice este apaño y la publiqué así.
Un saludo y buena pesca
http://catpesca.com/salidas/36-lugares-de-pesca/68-el-prat-del-llobregat.html
un disfrute leerte Cristian y muy buenas reflexiones. Algunas las espero ansioso. Un saludo y buena pesca!!!!
Muy buen relato Cristian!
Un poco largo!...jejeje. Me han venido muchos recuerdos leyendo esta entrada, recuerdos emocionantes, algunos felices y otros tristes. En particular de cómo conseguí mis dos mayores palometones desde costa con equipos ligeros y baratos.
Sobre el tema del ego, es algo que en el mar puede ser rizar el rizo, porque muy poca gente se va a plantear estas cosas. Si ya es difícil que la gente suelte peces en el mar, más lo es aún que suelten los pocos grandes que pillan...pero ya pedirles que además los suelten sin apenas foto para garantizar su supervivencia...parece una odisea.
En este sentido me encanta la filosofía de los pescadores a mosca. Conozco a bastantes y me maravilla como pescan truchas y las sueltan con el máximo cuidado, por grandes que sean, sin perder un segundo en alimentar su ego con las fotografías más que en casos puntuales. Hace poco colgué un enlace a un artículo en mi blog que hablaba largo y tendido sobre estas cuestiones.
http://pescadenton.blogspot.com.es/2012/11/cuidado-con-las-truchas.html
Sólo te diré que opino igual que tú, y que a base de años, disgustos y remordimientos, he aprendido que la vida del pez que presumimos soltar, tiene que estar claramente por encima de todo lo demás. Pero para llegar ahí, hay que andar largo camino antes.
un saludo compañero!
Muchas gracias por los comentarios:
Toxiko, esa es una buena actitud, primero el pez, bien hecho!
Toni, me alegra que permanezcas al loro del blog y esperes nuevas entradas. Espero que las siguientes también sean de tu interés. Merci por seguirlo y participar.
Miguel Angel, excelente tratado sobre las truchas. Ya me lo había leído, como tantos posts de tu blog. Me encantó la primera vez que lo leí ;)es una entrada muy relacionada con la mía, en cuanto al cuidado que tenemos que tener con los peces que queremos devolver, y también coincido contigo en opinión, el panorama es peor de lo que pensamos.
Se me olvidaba...perdón por el tostón de relato, soy consciente de ello. Pero la captura merecía un relato así. A falta de fotos....letras.
Saludos!
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