lunes, 28 de enero de 2013

Spinning ligero. Pez versus ego

Hola a todos, viendo la espectación que ha creado la anterior entrada (he tenido más visitas en una semana que en un par de meses) merece seguir con algo de reflexión, pero en esta ocasión, la reflexión viene ejemplificada con una captura como protagonista.

El porqué lo entenderéis cuando acabéis de leer el relato de la captura. Se trata de un palometón, Lichia amia, capturado el día 23 de octubre del reciente 2012, y es el ejemplar de esta especie más "gordo" que he capturado desde costa. Gordo, que no largo, "sólo" medía 90 cms; para que os hagáis una idea, era de esas palometas anchas, compactas, con aire de garrick sudafricano, de lomo muy grueso, un pez que verdaderamente estaba de buen ver. Normal, pues fué en un spot local de las Pitiusas donde cada tarde las barcas pescaban calamares a 200 metros de mi. El spot, ya que lo menciono, era una punta rocosa, con una plataforma a mis pies a unos 5 metros de fondo que caía hasta los 15 a tan solo unos metros del acantilado. Un escalón brusco.

Palometón, Lichia amia, capturado a light spinning con una 7-21, un 2500 y línea de 8 lb con bajo del 0'25.

Palometones Houdinis


Era la tercera tarde seguida que iba allí. Me puse el trípode con la reflex grabando en full hd, pero la acabé apagando por reservar batería para posibles fotos. Imaginad cómo fué la cosa las dos tardes anteriores para que ya pusiera a grabar de entrada nada más llegar. La primera tarde clavé un palometón al segundo lance, justo donde había la caída de los 5 a 15 metros de fondo, salió de abajo y le entró franco a un Bonnie 128. Tras la carrera de rigor se desclavó. Apenas unos segundos con un pez que rondaría los 6 kilos.

La segunda tarde, más de lo mismo, pero esta vez tras unos 10 lances, y con el típico Surface rosa, atisbé un remolinaco a dos metros de donde aterriza el pencil. La mar estaba picada, pero aquel espejismo de rebufada me hizo acelerar la recogida instintivamente. Estaba medio nublado y los reflejos raros del sol no me dejaban ver ni con las polarizadas, pero yo recogía y movía la muñeca casi seguro de que me estaba siguiendo un pez, que no veía. A medio camino, volví a ver un remolino, pero esta vez, ya más cerca de mi, supe al cien por cien que se trataba de mi amiga doña Lichia y proseguí con la danza del pencil en su huída hacia la orilla. El pez repitió dos veces y al fin se clavó a unos diez metros de mi, seguramente porqué vió el escalón y decidió a atacar antes de darse de morros con la pared del acantilado. Antes de iniciar la carrera intentó soltarse varias veces haciendo croquetas y dando cabezazos varios en la superficie. Era un troncho, como todos los que se nos escapan a los pescadores, en serio. La primera carrera fué jodida, porqué tiró hacia mi izquierda y allí el acantilado se hacía alto y no me permitía el acceso hasta la línea de mar. Además, una punta rocosa con forma de flecha se introducía hacia el mar y para allí que se fué la palomina. La paré, le giré la cara y vino cansada hasta mis pies tras un par de carreras más cortas, pero cuando empecé a descender como pude, para agarrarla de la cola, va y se suelta. Se me quedó grabada la imagen del Surface pegado en un lateral de su cabeza, más que nada porqué se veía muy pequeño, como un Dog-x clavado en un anjovote, imaginad al pez, a ojo no le bajé de los 12 kilos. Esas dos tardes llevaba el Stella 5000 con 20 lbs y la 20-60, y sin ese equipo dudo que hubiera frenado la del segundo día. ¿Habéis intentado poner la mano en la rueda de una bici mientras gira? Quema, como un Stella y un buen pez al otro lado de la línea.


La gorda, con el fino

Bien, ya os he puesto en situación, vuelvo al inicio, era la tercera tarde, y tras los dos encontronazos fallidos anteriores, queda claro que me pusiera a grabar. Pero como dije antes, apagué la cámara pues los lances se sucedían y no se levantaba nada. Lances en abanico, probando primero el Bonnie y el Surface, dando paso luego al Pulsion y el Bounder, recogiéndolos a diferentes velocidades y con diferentes cadencias de tirones, alternando incluso paradas. Probando lo probado y por probar. Parecía que ese día no estaban, pero algo no cuadraba porqué, como los dos otros días, las barcas locales iban llegando y no paraban de pescar calamares. En éstas, una de esas barcas para tan cerca mío que si me hubiera puesto a lanzar les hubiese sobrepasado con el lance. Suerte que me mosqueé, y tras decirles un par de cosas, paré un momento a dar un bocado de sandwich que llevaba en la mochila. Bendito descanso. Gracias señores maleducados, y ansias, de la menorquina. En ese break, pude observar el mar con detenimiento, al librarme de la concentración que exige la acción de pesca, y tuve la gran suerte de divisar un llampugote de final de temporada(de esos que ya son jorobados) pegando cuatro brincos tras una aguja cerca de la barca, que gracias al viento estaba derivando hacia mar abierto y se alejaba, permitiéndome de nuevo volver a lanzar. Los astros empezaban a alinearse en mi favor.

Inmediatamente lancé la mirada hacia la 7-21 que ya tenía preparada con un Jurela's Banana de 14 grs que me había dejado mi amigo Jose para el viaje a las islas. Ese Jurela's tenía historia(RIP), ya que era de los primeros que hizo Juan y que regaló en su día a Jose recomendándoselo especialmente para palometones, y de hecho, en otro spot había perdido otra Lichia con ese mismo Banana y Jose había sacado muchos palometones con él en Barcelona. Yo tenía toda esa info ahí, en mi sesera, pero no sé dónde narices se metió ya que en ese momento, en mi cabeza solo había la palabra llampugote. El desencanto palometonil tras media hora sin señales, me hizo olvidar por completo la historia de aquel bucktail y sus capturas precedentes, y ya me véis en la punta intentando llegar dónde vi saltar al dorado. Lo peor es que mi amnesia temporal también me hizo olvidar que me encontraba en un hot spot palometonero.


Three shoots, one big fish

Con este título, ya sabéis como empieza el párrafo. En ese tercer lance, tres siluetas negras, mucho más grandes que la lampuga, vienen tras el bucktail haciendo el característico zig-zag de los carángidos en persecución. Esos lomos oscuros, por unos instantes me hicieron dudar...¡serviolas guapas, por fín doy con ellas!-pensé iluso durante unos instantes. Pero ya tenía los peces a pie de roca, y al ver el costado de uno de ellos me di cuenta que eran palometones. Tuve muy poco tiempo de reacción, ya que desde el jig a la puntera sólo había el sedal justo como para dar un último jerk sin recoger, por lo tanto sólo me quedaba una última oportunidad, un último jerk para intentar clavar uno de los tres palometones a pez visto. Parece hasta fácil. Así lo hice y sucedió lo esperado. Dí el tirón, bajé la caña para que no hubiera tensión, permitiendo que el jig se hundiera sin perder su acción, y en esa caída libre, uno de los peces lo embocó. Al instante alcé la caña para afirmar la clavada, pues el animal ya estaba dando cabezazos para desclavarse el Jurela's cuando la línea aún estaba destensada. Cuando notó la tensión, se largó como un rayo hacia afuera buscando fondo, quizás para intentar cortar con el escalón, pero desde mi altura y caña en alto, evité el ángulo de la muerte.

¿No he comentado que la 7-21 estaba montada con un 2500, trenza de 8 lbs y un bajo del 0'25 ? Pues eso, prometí pesca ligera y aquí la tenéis. Ya me véis pasando los primeros apuros para frenar al Pez. El caso es que paró, tras unos 20 metros sacando hilo en perpendicular a la costa, hacia mar adentro. Llegué a pensar que se habría cansado y que lo iría acercando con un bombeo pausado, pero el equipo no era el de los días anteriores. La Lichia dijo "aquí estoy yo" y tras una pausa, en la que aprovechó para dar unos cabezazos en la hondura, el Rarenium empezó a chillar como nunca antes. La bobina no estaba llena, más bien se acercaba a la mitad de su capacidad. Aún tenía reserva de hilo tras varios enroques y pelucas que me costaron bastantes metros. Pensaréis que soy un despreocupado, pero llevaba días destinando ese carrete para pescar espetones y llampugas, y con esa reserva tenía de sobras. Un palometón entrado en carnes desde costa ya es otro asunto. La bobina no mostraba síntomas de decelerar, y la trayectoria había cambiado preocupantemente. Ya sabéis hacia dónde. La punta de flecha de la izquierda me parecía más grande y más afilada, y es que el pez iba hacia allí bien decidido. Flechado.

Durante unos segundos me quedé helado, con cara de Carlos II, moviendo la cabeza arriba y abajo como si asintiera, viendo el trazado del sedal hacia la punta y viendo la bobina cada vez más vacía...la punta, la bobina, la punta-el bajo-el pez, la bobina...¡coño! que se ve el eje central, y el pez estará a punto de doblar la esquina de la punta!...¡mi padre! Sí, mi padre. Os dije que era el día 23 de octubre, eso sí lo dije, y ese día es el aniversario de mi padre. Me acordé de él en esos instantes, más que nada porqué esa captura quería dedicársela y porqué él también estuvo a mi lado en una situación casi idéntica pero con un atún de prota. Un atún que no olvidaremos ninguno de los dos. El caso es que me acordé de aquel combate con aquel atún, y de lo que tuve que hacer para no llegar al no-line, y así actué. Tuve que frenar la bobina con dos dedos progresivamente hasta pararla del todo y aguantarla con la mano, viéndome obligado por la fuerza del propio pez a dirigir la caña hacia él, dejando toda la responsabilidad a la mini grapa, el palomar, el peixet y la resistencia de la línea. La jugada volvió a salir bien, y con apenas tres o cuatro vueltas de trenzado alrededor del eje central, le giré la cabeza a la Lichia.


Pez versus ego

Conseguí pararlo in extremis, lejos de mí, al borde de la flecha cortante y sin reserva de hilo. Evité de nuevo el temido no-line. Por suerte para mí, aquella carrera forzando el equipo al máximo cansó al palometón. Lo fuí acercando cuidadosamente, consciente que el bajo estaría rozado y que según el fabricante tenía una resistencia de 6 kilos, lo que me dejaba muy poco margen de error. El pez apenas dió dos o tres carreras cortas, entre cabezazos y sacudidas, pero ya estaba vencido. Bajé hasta una pequeña repisa, una plataforma que se introducía en el agua hasta medio metro. El agua me cubría hasta las rodillas, lo que me permitió asistir por la cola al pez después de algunas complicaciones para encararlo hacia esa plataforma. Poco tackle para tanto peso, aún estando amortiguado por el medio líquido. Cuando alcé el pez del agua me dí verdaderamente cuenta de su peso y sus dimensiones, miré al cielo pensando en mi padre y mis difuntos y lancé un grito de liberación. Me había liberado de aquella carga de adrenalina y tensión que se sucedió en pocos minutos. Y sentía mucha felicidad. A unos 200 metros, los de la barca lo habían presenciado todo y se apresuraban para calar de nuevo en la misma punta. Ya adelanto que no sacaron nada.

Al mismo tiempo, el tono verdoso del palometón se había desaturado, y su homogeneidad cromática se empezaba a ver interrumpida por parches cromados. Mala señal. El pez estaba cansado, tenía que ser devuelto rápidamente. Pero por otra parte, dada su formidable constitución y el tackle que lo había arrancado de su medio marino, mi ego me decía: hazle foto. Antes de nada, lo sumergí de nuevo para que se recuperara un poco, caña en boca y con el jig aún clavado, ya que los alicates estaban dos metros más arriba, donde tenía mis cosas. Tras un minuto así, el pez recuperó parte de su vigorosidad y su librea retornaba al tono natural. Entonces, el que esta vez fué flechado como un rayo fuí yo. No quería que mi ego pudiese al pez. Qué gran dilema. Son situaciones que no te planteas de veras hasta que no las vives en primera persona. Trepé como pude hasta mis cosas, y sin sacarle el trípode a la cámara hice una foto del pez junto el equipo. Puse de nuevo de pie el trípode, preparé el disparador automático con su respectivo retardador, y sólo me dió para sacar dos fotos más. Malditas autofotos. Con la Lichia en mi brazo izquierdo como si fuera un bebé, me acerqué hasta el screen y pude comprobar que a excepción de la foto tomada en el suelo, las otras dos eran una chusta monumental en cuanto encuadre y enfoque. La mejor encuadrada estaba totalmente desenfocada y sesgaba la cola, y la otra parecía bien enfocada pero el pez y el cenutrio del pescador salían aún más cortados.


Fué en ese preciso instante cuando la batalla del ego versus el pez se decidiría. Miré la palomina con  ternura, tal vez la forma que la tenía cogida invitaba a ello, pero también con admiración. Me quedé pasmado y admirado ante ese pez tan potente y sano, tan bien formado, que me había hecho pasar uno de los mejores combates de mi vida, tal vez el mejor desde costa. Su color volvía a mostrarse más apagado y sus sacudidas habían perdido fuerza. El ego me repetía:"hazle otra, el pez lo merece". Pero el pez merecía otra cosa. Tenía que ser devuelto yá. Ese pez merecía seguir viviendo, seguir creciendo. Seguir siendo un ejemplar privilegiado de su especie, un gran depredador, perseguidor infame de lisas y calamares. El pez ganó la batalla. Pudo al ego en el instante preciso y decisivo. Pudo conmigo. Un solo minuto más, y dudo si ese pez se hubiera ido de la forma que se fué. Lo desanzuelé y dí un brinco hasta la plataforma que había a mis pies. Me metí hasta las rodillas tal como había hecho para asisitirlo y lo reanimé. No costó, tras un par de minutos de buena oxigenación, la Lichia retomó energías y me pedía con la cola que la soltase. Ya estaba lista. Abrí la mano y desapareció con la misma velocidad que me había vaciado el Rarenium.

Esta es una captura de tantas. Para mi, especial por la dedicatoria intrínseca a mi padre y por eso de los récords personales y la finura del tackle, pero cada año se dan capturas como esta. Capturas de peces que llegan exhaustos y requieren estar el menor tiempo posible fuera del agua, y que además requieren una reanimación tal vez más larga que el propio combate en sí. Algunos de esos peces, por si no fuera poco, también sufren combates demasiado largos y son retratados hasta la saciedad del ¿pescador?, o mejor dicho, del avaricioso ego. Ya ni hablemos de peces que no tendrían ni que ser fotografiados, pero eso merece otra entrada.

Como habéis visto, con un equipo muy ligero se pueden sacar buenos peces y devolverlos. Pero está en nuestras manos acortar el combate al máximo y no demorar en devolver el pez, en especial si nos damos cuenta que está hecho polvo. Por eso no creo en combates largos y épicos, y tampoco creo que unas fotos egoístas tengan más importancia que un pez. Hace años que pesco y fotografío, y de errores uno aprende. Yo también he pecado y me he equivocado, como todos. Que salga el primer inocente de culpa y me diga lo contrario en este blog. No le creeré. Sólo se me ha muerto un pez por el combate largo, pero también he sido egoísta y por hacer unas fotos de más a un pez, éste se ha ido nadando de lado. Lo triste es que haya mucha gente que siga dando más importancia a las fotos del pez y prefieran devolver una anjova u otro pez tieso, sólo por eso de la suelta. Por la fachada, por aparentar. Pero, ¿qué sentido tiene devolver al agua un pez que has matado haciéndote fotos?

Yo tomé una decisión, y esa decisión sigue firme. Nunca más mi ego estará por encima de un pez, hace años que lo decidí y mi alma está muy tranquila, más que nunca. La vida de un ser vivo está por encima de unas fotos de mierda. Desde que tomé esa decisión, si me preguntáis por todos los peces que he devuelto desde entonces, pondría la mano en el fuego si os aseguro que se fueron nadando en las mejores condiciones posibles, y que la mayoría de los cuales ni siquiera los fotografié...Si has llegado a este punto del relato, es por algo. Un tostón así no lo lee cualquiera. Espero que mi vivencia sirva de ejemplo. Alguno habrá obviado el texto, y estará buscando el peso del pez en algún sitio. Claro, la apariencia es lo que cuenta. El vacile. Señor killer, por si le da por la lectura: lo lleva usted un poco mal porqué ni lo pesé, y lo medí a palmos. Tenía que ser rápido. Es una pena que las fotos que le hice al animal no muestren con claridad sus proporciones, pero ese pez valía mucho más que eso. Su importancia en la cadena trófica es vital en el ecosistema Mediterráneo.

Con esto, solo me queda despedirme hasta la próxima entrada. Espero que os haya gustado este relato. Si fui capaz de pescar este precioso ejemplar de palometón y devolverlo al agua en menos de la mitad de tiempo que habéis tardado en leer esta entrada, no entiendo porqué la gente no puede hacer lo mismo. Querer es poder, eso está claro. Pescar ligero no es una excusa, es una pasión.

jueves, 24 de enero de 2013

Spinning ligero. Verdades y falacias.

Muy buenas a todos, esta nueva entrada es introductoria, un prólogo dedicado a aquellas capturas que recuerdo especialmente por el combate que dieron. Todas ellas son capturas a spinning, que se culminaron tras un cúmulo de emociones al límite y adrenalina en estado puro, debido al equipo ligero con el que fueron pescadas. A excepción de algunos casos concretos, la mayoría de estos peces me entraron a un señuelo que no iba destinado para ellos, y con un equipo que lógicamente tampoco era el más adecuado debido a su ligereza. Pero antes me permitiré hacer algunas reflexiones.


Empezaré por un tema que crea controversia: ¿es viable el captura y suelta con la pesca muy ligera? Vayamos por partes. Como sabéis los lectores asiduos del blog, somos defensores del captura y suelta y lo llevamos a cabo. Devolvemos peces y disfrutamos haciéndolo. El problema surge cuando un pez viene clavado de partes delicadas. Nos cuesta reanimarlo. Se acaba marchando, pero, las garantías sobre su supervivencia a posteriori de la captura son una incógnita. En caso de heridas graves producidas por los anzuelos, poco o nada podemos hacer, salvo intentar un desanzuelado lo menos dañino posible. Pero en el caso de los combates largos, está en nuestras manos que esa situación no se produzca, salvo excepciones en las que es imposible acortar ese combate, pero esas salvedades suelen ser fruto del azar o de lanzar a un atún con el equipo de las anjovas. Por lo tanto, volvemos a lo mismo, el pescador tendría que haber pensado mejor antes de lanzar con la 20-50 a túnidos de 30 kilos. Es su culpa. El ego le pudo. A mi me pueden los peces. Y a veces se me desclavan por ese afán de acortar la lucha, pero prefiero disfrutar de una pelea con el equipo al límite y el riesgo de perder la pieza, antes que acabar posando para la foto con el pez a costa de su vida.




DESMONTANDO ALGUNOS MITOS

Apariencias: la"falsa"pesca fina

Un combate largo es el culpable del agotamiento de un pez, pero el único culpable de ese combate largo es el pescador. El angler siempre está a tiempo de cortar el sedal si se prevé un imposible. Sí, el angler es el único responsable de su captura. El porqué es sencillo, veamos. Cuando leo por ahí que han tardado no sé cuántos minutos en sacar del agua una anjova, un palometón o ¡¡una lubina!!...que queréis que os diga, me entran ganas de reir. Pero si a continuación leo que por culpa de ese combate épico se tuvo que sacrificar al animal, me da pena, y vergüenza ajena, mezclada con algo de asco y repulsión. El ser humano y su ego, el ser humano y su fachada, la imagen que da. Tras esa excusa se esconde el propósito real del ¿pescador?: llevarse la captura a toda costa pero dar imagen de que"suelta peces" y que "pesca muy fino y sabe cansar al pescao", un acto de cara a la galería, pero esto es otro asunto. Se llama ignorancia, y desgraciadamente abunda en este país. Volviendo al tema, el caso es que ese pescador seguramente estaba usando un equipo de esos futuristas, suficientemente potente como para sacar del agua al pobre pez en cosa de un par de minutos. Y luego tiene el morro de decir que estaba pescando fino...¡¡¡já!!! pequeñas anguilas pardas... En fin, como de sociología no entiendo mucho lo dejaré en un inciso, un breve paréntesis. Entiendo más de peces, o al menos eso cree mi ego ingénuo.


Paga y pescarás...

Por razones de márketing, se inculca que para pescar buenos peces a spinning sólo lo lograrás con una caña de la marca tal, con carrete mengano de freno ultrasónico, trenzado resistente a serviolas kamikazes y señuelos pepitos ultra killers que lo pescan todo. Y si no vas con esos materiales no pescarás porqué los peces son unos animales ultra fuertes e inteligentes, capaces de partir cañas y sedales de última generación e identificar las marcas de los anzuelos, la grapa, el bajo y cómo no, el modelo de señuelo y la abreviación de la coloración de éste, sin olvidar su peso exacto en onzas y su longitud al milímetro. Qué falacia. La realidad dista mucho de los tópicos.



MÁS CON MENOS

Dejando a un lado mis valoraciones personales, iré al grano y resumo el sino de esta entrada en pocas palabras, para mi una máxima: se pueden pescar buenos peces con equipos muy ligeros de marcas consideradas de baja gama, sin necesidad de alargar el combate.Y por lo tanto, si se pueden pescar en poco tiempo, se pueden devolver al agua. Sí, el captura y suelta es compatible con la pesca ligera, respondiendo a la pregunta que planteaba antes. Pero además está al alcance de todos y se puede llevar a cabo sin dejarse la mitad del sueldo.

Cada uno es libre de pescar con el equipo que le de la gana, yo no soy quién para decir cómo se tiene que pescar ni lo que tiene que comprarse la gente, pero que quede claro, que si se quieren soltar peces hay que olvidarse de combates extenuantes para el pez, se tienen que forzar los equipos y sacar el partido real que se le pueda sacar a una caña y un sedal que han sido fabricados con materiales modernos de demostrada calidad. La marca es sólo una firma, y más allá de la ergonomía o el punto de más de sensibilidad que aportan las marcas de gamas más altas, con un equipo modesto, por llamarlo de alguna forma, podemos pescar peces de ensueño, que nunca olvidaremos por los apuros que nos hicieron pasar en apenas unos minutos...Si algo se puede extraer de esta entrada es que en la mayoría de los casos, la gente alarga los combates porqué quiere, ya sea por su afán de aparentar (léase párrafo anterior "Apariencias"), o bien porqué desconoce el potencial real de un equipo convencional de spinning.



Según mi parecer, la realidad es la siguiente: se sobrevalora la potencia de los peces y por otra parte se infravalora la calidad del tackle atribuyéndolo al hecho que sea de una marca u otra. Para un pescador que se inicia o que lleva pocos años pescando, estas falsas afirmaciones le conducen a combates largos por poner el freno flojo ante el miedo a destrozar su última( y costosa) adquisición o bien a otra vertiente opuesta: sobredimensionar el equipo en exceso, pero así se pierde la esencia del spinning, del lance ligero, de la pesca fina de verdad. Esa pesca que consiste en pelear de tú a tú con un buen ejemplar, sin tregua, a sabiendas que si te pasas aguantando la bobina para girarle la cabeza al animal, todo se puede ir al traste, pero con la confianza que el equipo saldrá ileso sea cual sea el desenlace. De estas sensaciones va a tratar la siguiente entrada. Pesca muy fina y peces potentes, spinning ultra light de verdad, sin falacias ni conservantes. Sin trampa ni cartón...pero sobretodo, con captura y suelta, de la de verdad.

lunes, 14 de enero de 2013

Lubinas a spinning con vinilos, cubriendo todas las situaciones...


Si algo caracteriza los vinilos y los hace diferentes al resto de señuelos, a parte del hecho de ser blandos, es su naturalidad en el medio acuoso. Su efectividad es brutal tanto en aguas continentales como en el mar, y gracias a la variedad de montajes que podemos preparar con vinilos, hoy en día es posible plantearse pescar exclusivamente con estos señuelos, ya que, tal como adelanta el título de la entrada, son señuelos capaces de arrancar lubinas difíciles en diferentes escenarios y situaciones.

Resumiendo, se puede decir que la pesca finesse más ligera se podría reservar para pescar en aguas interiores tranquilas o playas someras, en días de escasa o nula corriente y aguas claras, cuando el guión exige pescar fino con slugs y bajos de linea de broma. Si no presentamos el señuelo de esta forma a Señora Lubina, probablemente se acerque, o ni eso, y se de media vuelta. El montaje Texas sin plomar es el que mejores resultados me ha ofrecido, clave con lubinas de porte pescadas a pez visto, de esas que ves y te ven, pero el wacky también ha sido un revulsivo en días raros.

Lubina a spinning con un vinilo sin plomar y anzuelo Texas, lo que se conoce como montaje weightless.

Por otra parte, ante situaciones de climatología más adversa (aguas abiertas y movidas, corriente y viento), los jig-heads son el complemento que convierten en útil un pedazo de goma que apenas tiene peso y que pierde su efectividad cuando es vapuleado a merced de las olas. Hoy en día podemos encontrar en el mercado muchísimos modelos de cabezas plomadas, con muy buenos diseños, muy bien equilibrados, presentados en muchos gramajes y armados con anzuelos medianamente decentes, sobrados para lubinas, pero cortos para meros de cierto porte y otras especies más potentes. El repertorio de shads acoplables a ese gran repertorio de jig-heads es notorio.

Lubina capturada a spinning con vinilo montado en una cabeza plomada, desde una playa.

En los últimos años hemos capturado bastantes lubinas con estos montajes de vinilos, pero no me hubiera imaginado nunca que el nuevo año empezaría de la mejor forma posible para todo pescador, brindándome una preciosa lubina el mismo día 1 de Enero. El ejemplar era muy lustroso, de lomo grueso y buena panza, bien alimentado, con aletas muy bien formadas y apariencia sana. Midió 60 cms y pesó 2'1 kgs, y engulló un slug de la casa Bass assassin, el Vapor shad, un magnífico vinilo montado en Texas sin plomar para seguir con la tradición. Obvio que el pez fué devuelto al agua como también manda la otra tradición.  Se trata del ejemplar que aparece en las dos primeras fotos de la entrada.

Parece que el 2013 al final resultará ser el año del cambio, excelente preludio de lo que está llegando y lo que tiene que llegar aún.